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Arte Cultural: ‘LOS SANTOS INOCENTES’: JAVIER GUTIÉRREZ ENCABEZA UN EXTRAORDINARIO REPARTO EN UNA MAGNÍFICA ADAPTACIÓN DE LA NOVELA DE MIGUEL DELIBES LLEVADA A ESCENA DE FORMA SENSACIONAL

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CALIFICACIÓN.- SOBRESALIENTE: 9

‘Los santos inocentes’ es uno de los montajes más esperados de 2023. Tras un año girando por toda España, por fin ha llegado a Madrid, concretamente a la Sala Fernando Arrabal del Matadero, donde se representa con un éxito arrollador: agotadas todas las entradas para todos los días de representación (hasta el 11 de junio). Lo cierto es que la espera ha merecido la pena, y mucho, porque estamos ante un montaje realmente brillante y cargado de emoción, que ha obtenido dos Premios Talía a ‘Mejor Espectáculo de Teatro’ y ‘Mejor Actor de Reparto’ para Luis Bermejo. 

Fernando Marías y Javier Hernández-Simón firman la adaptación de una de las mejores novelas españolas del siglo XX. Un libro, de poco más de 150 páginas, que retrata con crudeza y realismo la España de la época (años 60 del siglo XX). La historia está centrada en una familia de campesinos formada por Paco, Régula y sus tres hijos: Nieves, Quirce y Charito, la hija mayor, a la que llaman ‘la niña chica’ ‘-que tiene parálisis cerebral-. Toda la familia vive en una humilde casa al servicio de los señores del cortijo, trabajando, obedeciendo y soportando todo tipo de humillaciones, sobre todo del señorito Iván, que es un hombre autoritario, desalmado y sin escrúpulos. A la familia pronto se suma Azarías, hermano de Régula, que es despedido de su trabajo en otro cortijo cercano. Él es un hombre inocente con deficiencia cognitiva y dificultad para expresarse, cuya única preocupación es la cría de una pequeña grajilla, a la que llama ‘milana bonita’.

En una hora y cuarenta minutos, Marías y Hernández-Simón plasman con maestría la esencia de la novela de Delibes y se alejan, con toda premeditación, de la maravillosa película que Mario Camus dirigió en 1984 con guion de Antonio Larreta, Manuel Matjí y él mismo, y que supuso un hito en la historia de nuestro cine. Además de arrasar en las salas, cosechó innumerables premios. Entre ellos, obtuvo la Mención Especial del Jurado en el Festival de Cannes de ese mismo año, y el Premio a la interpretación masculina (ex eaquo) para Alfredo Landa y Paco Rabal por sus sobresalientes interpretaciones de Paco ‘El bajo’ y Azarías respectivamente. 

Aunque no se pueden negar las similitudes con la película -por otra parte, inevitables-, Marías y Hernández-Simón han logrado su objetivo y han confeccionado una propuesta personal que reinterpreta a los personajes desde la mirada de hoy en día. Los temas de la novela (y la película) estremecen aún más si cabe con la mirada de nuestros días: la opresión por parte de los señores, el desprecio y la falta de atención hacia sus criados, las humillaciones continuas a las que son sometidos, la incultura generalizada en las clases bajas, la resignación de los sirvientes al aceptar su condición de inferiores, siendo tratados casi como animales. «A mandar, que para eso estamos», una frase que repiten continuamente en la obra y que, vista con los ojos de hoy, resulta totalmente escalofriante. 

Javier Hernández-Simón, además, ha hecho un trabajo excepcional en la dirección, de principio a fin. La puesta en escena es de una factura impecable, sencilla y elegante al mismo tiempo, y nos deja imágenes de una gran hondura y emoción. Juan Gómez-Cornejo e Ion Aníbal firman el espléndido diseño de luces mientras que Ricardo Sánchez Cuerda es el artífice de la escenografía, que es una auténtica maravilla. Sánchez Cuerda ha sabido plasmar el espíritu del relato y lo recrea en un espacio escénico efectista, lleno de poesía y belleza. Destacar también la música original y la inquietante ambientación sonora, obra de Álvaro Renedo. Sin duda, uno de los puntos fuertes de la puesta en escena. Ambos elementos potencian la atmósfera de thriller creada por Hernández-Simón, que llega al clímax con el trágico e impactante desenlace. Elda Noriega, por su parte, es la autora del diseño del vestuario, muy acertado como el resto de apartados técnicos y artísticos. 

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‘Los santos inocentes’ es uno de esos montajes imprescindibles que ningún buen aficionado al teatro debería perderse por muchas razones. Una de ellas, por supuesto, es por su sensacional reparto encabezado por un soberbio Javier Gutiérrez, que conmueve en el papel de Paco ‘El Bajo’, demostrando, una vez más, que es uno de los mejores actores de este país (qué forma de mirar y transmitir con la mirada). Maravillosa también Pepa Pedroche, que borda el personaje de Régula (mujer de Paco), destilando humanidad pero con un punto de rebeldía -que contrasta con la sumisión absoluta de su marido). Luis Bermejo, por su parte, está inmenso en la piel de Azarías, uno de los personajes cruciales de la trama. Una actuación que le ha valido el Premio Talía a ‘Mejor Actor de Reparto’. Cierra el cuarto protagonista Jacobo Dicenta, absolutamente genial interpretando al señorito Iván, el dueño del cortijo, un auténtico dictador, desalmado y sin escrúpulos, que trata a la servidumbre como si fueran animales. 

Completan el reparto: Yune Nogueiras (estupenda dando vida a Nieves, la hija quinceañera de Paco y Régula que entra a servir en la casa de don Pedro, frustrando sus deseos de estudiar y convertirse en una joven de bien); Fernando Huesca (impecable en la piel del administrador del cortijo, que también se desdobla en el responsable médico de la comarca); Marta Gómez (interpreta a la ‘niña chica’ y también a la marquesa, la hermana del señorito Iván); José Fernández (perfecto en la piel del hijo de Paco y Régula, que odia el mundo de la caza, muestra su rebeldía frente al señorito Iván y tiene otras aspiraciones) y Raquel Varela, que interpreta son solvencia a doña Pura, la sensual mujer de don Pedro y amante del señorito Iván. 

Aldo Ruiz

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