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CALIFICACIÓN.- 6’5
El pasado 10 de febrero fallecía Carlos Saura. Sin duda, uno de los mejores cineastas que ha dado nuestro país y que nos ha dejado películas magistrales como ‘La Caza’, ‘Deprisa, deprisa’, ‘El jardín de las delicias’, ‘Cría Cuervos’, ‘Mamá cumple 100 años’ o la recordada ‘¡Ay, Carmela!’. Casualmente, cinco días después se estrenaba en el Teatro Infanta Isabel el último trabajo que ha dirigido el aragonés: el montaje multidisciplinar ‘Lorca por Saura’. Tras sus otras aventuras teatrales como ‘La fiesta del chivo’ – de Vargas Llosa- o ‘El coronel no tiene quien le escriba’ -de García Márquez- , Saura aborda la figura de otro grande de las letras como Federico García Lorca.
‘Lorca por Saura’ narra la vida del genial dramaturgo a través de los ojos de una mujer de nuestro tiempo (India Martínez), que recrea los momentos clave desde que nació: desde su infancia en la vega de Granada hasta su fusilamiento durante la guerra civil. Natalio Grueso, habitual colaborador de Saura, ha tomado diferentes fragmentos de las obras de Lorca y los ha combinado con otros escritos por él mismo recreando el estilo y el lenguaje poético del autor de ‘Bodas de sangre’. El resultado es un collage un tanto desigual que gusta mucho al público pero que, sin embargo, no aporta nada nuevo a lo mucho que se ha escrito a estas alturas sobre la figura de Lorca.
En sus anteriores trabajos teatrales, Carlos Saura no consiguió trasladar ese toque genial que tenía su cine a las tablas. Y en ‘Lorca por Saura’ tampoco ha podido hacerlo aunque eso no suponga ningún obstáculo para que cada día en el Infanta Isabel se cuelgue el cartel de ‘sold out’ y el público caiga rendido ante este espectáculo en el que, más allá del teatro, la música juega un papel crucial, aparte de la fotografía, el baile y la pintura. El resultado es un montaje artístico, demasiado clásico y nada transgresor, que engloba diversas disciplinas. Un recurso que el director de ‘Goya en Burdeos’ ya usó en sus anteriores trabajos teatrales.
Uno de los puntos fuertes de ‘Lorca por Saura’ es, sin lugar a dudas, la presencia de India Martínez que, con su prodigiosa voz, logra entusiasmar al público interpretando canciones como ‘Verde que te quiero verde’, el tango ‘Por una cabeza’ o ‘Al Alba’ de Aute -con el que se pone broche final al espectáculo- acompañada al piano de forma magnífica por Antonio Bejarano. India Martínez debuta en la actuación con este montaje y, además de cantar, recita con solvencia algunos poemas del dramaturgo de Granada mientras se proyectan, entre otras cosas, fotografías de la película ‘Carmen’ -con Antonio Gades y Cristina Hoyos- y pinturas del propio Saura.
La música y las canciones de India Martínez se alternan con distintas escenas teatrales de Natalio Grueso que relatan la vida de Lorca desde su infancia en Fuente Vaqueros pasando por sus estancias en Nueva York o Cuba hasta llegar a su trágica muerte. En el apartado interpretativo sobresale la impecable actuación de Alberto Amarilla que vuelve a demostrar su extraordinaria versatilidad interpretativa dando vida a múltiples personajes que fueron cruciales en la vida de Lorca como su padre, Buñuel, Dalí o Manuel de Falla. Amarilla se mete al público en bolsillo con su enorme talento y brilla especialmente en la piel de Dalí provocando las risas y los aplausos del público. Completa el reparto Saturna Barrio, que también se desdobla con acierto en varios personajes a lo largo de las dos horas que dura la obra.
Respecto a la puesta en escena, al igual que ocurre con el texto, el montaje apuesta por el clasicismo como señalábamos anteriormente. A un artista del talento de Saura se le debería exigir muchísimo más. Bien es cierto que el espectáculo nos deja imágenes muy bonitas y momentos llenos de emoción gracias, en gran medida, a la voz de India Martínez. Dan Tiberiu es el responsable del diseño de luces mientras que Enrique Rincón se ha encargado de la ambientación sonora del montaje.
Lo mejor: el quejío flamenco de India Martínez que siembra de ‘olés’ el patio de butacas y el talento de Alberto Amarilla en la parte interpretativa.
Lo peor: la discreta puesta escena, demasiado clásica y con poco riesgo.