Arte Cultural

La faraónica basílica de Costa de Marfil, que copia a la del Vaticano y es la mayor iglesia del mundo

África es otro mundo; uno aparte, como puede corroborar cualquiera que haya estado allí. No me refiero a la franja septentrional, que al fin y al cabo intercambió influencias con las civilizaciones mediterráneas, sino la parte subsahariana, siempre oscura y desconocida.

Por eso allí se pueden encontrar cosas que parecen completamente extemporáneas pero que, en el fondo, reflejan bastante bien la idiosincrasia, si no de la gente, al menos de sus dirigentes. Buen ejemplo de ello es la inaudita Basilique de Notre-Dame de la Paix (Basílica de Nuestra Señora de la Paz) erigida en Yamasukro, Costa de Marfil.

Con su planta de cruz latina, está inspirada (por no decir duplicada) en la de San Pedro del Vaticano, a la que incluso supera en altura gracias a esa cúpula que nos resulta tan familiar y que mide 158 metros de altura frente a los 136,57 de la construida por Miguel Ángel y Della Porta, aunque haciendo un poco de trampa: en realidad el elemento arquitectónico en sí es más bajo -la base parte de una altura menor- pero está rematado por una linterna mayor y coronada por una cruz que permiten superar la cota. También supera a la vaticana en diámetro (90 metros frente a 41, más del doble).

Interior de la cúpula/Imagen: jbdodane en Wikimedia Commons

Al fin y al cabo, las dimensiones totales del templo también son colosales, 195 metros de longitud por 150 de ancho, para una superficie de 30.000 metros cuadrados.

Eso hace que haya sido registrada en el Libro Guinness de los Récords como la primera de las tres iglesias de mayor tamaño del mundo junto a su homóloga romana y la brasileña Catedral Basílica Santuário Nacional de Nossa Senhora da Conceição Aparecida.

Pero la vaticana resulta mucho más equilibrada, pues la atención se reparte entre la fachada y la columnata de la plaza, mientras que en la versión africana es esa cúpula la que atrae la mirada porque la fachada queda sumergida por una gigantesca marquesina con frontón, de ahí que resulte algo desgarbada.

La fachada principal, con marquesina y frontón/Imagen: jbdodane en Wikimedia Commons

Y eso que también replica otras cosas. Por ejemplo, la citada columnata circular de Bernini, igualmente a escala más pequeña y con la particularidad de que ese bosque de columnas no tiene un orden estilístico homogéneo -dórico en el exterior, jónico en el interior, corintio sosteniendo la cúpula-, aparte de que no todas ejercen una función de soporte estructural: las más grandes son de adorno y algunas tienen en su interior ascensores y sistemas mecánicos de evacuación de agua, de aire, etc. La columnata en sí no tiene mayor sentido que el de la imitación, al estar rodeada por una llanura

Siguiendo con Bernini, su impresionante baldaquino barroco también ha sido copiado, aunque a otra escala y sin las columnas salomónicas, aunque, para compensar, le han colgado una lámpara moderna con cristales en forma de cascada, en un mestizaje artístico que puede rechinar pero que resulta bastante acorde al espíritu africano.

El baldaquino/Imagen: jbdodane en Wikimedia Commons

Todo está magnificado en este templo. Su nave principal mide 55 metros de ancho, lo que facilita un aforo que supera los siete millares de personas, si bien podrían ampliarse a 18.000 en caso de sumar otros espacios; al respecto, añadir que si no contamos la gran explanada de alrededor, donde se superaría el cuarto de millón, también ahí queda lejos de San Pedro, que tiene capacidad para 60.000.

Poco importa, de todas formas, dado que apenas acuden a los oficios religiosos unos centenares de fieles al estar apenas a tres kilómetros la Catedral de San Agustín.

Las vidrieras, que decoran buena parte de los muros y también alcanzan proporciones considerables, suman 7.000 metros cuadrados y están importadas de Francia, de la misma manera que el mármol empleado vino de Italia.

En cambio, sí es autóctona la madera de iroko con la que se fabricaron los 7.000 bancos en los que se pueden acomodar los fieles; el iroko es un tipo de árbol incluido en la lista de especies en peligro pero eso son minucias para ciertos gobernantes.

Comparación entre las basílicas de San Pedro del Vaticano y Nuestra Señora de la Paz de Yamasukro/Imagen: Jbdodane en Wikimedia Commons

En este caso el responsable fue Félix Houphouët-Boigny, alias el Sabio, considerado padre de la independencia del país, y que detentó la presidencia desde 1960 hasta 1993.

Dueño de numerosas propiedades por todo el planeta y aficionado al lujo, en su megalomanía embarcó a Costa de Marfil en la construcción de infraestructuras desmesuradas de las que Notre-Dame de la Paix fue su buque insignia, hasta el punto de que la parte principal de la financiación corrió a su cargo.

Nadie sabe con exactitud el importe total del coste, calculándose entre 1.000 y 1.500 millones de francos franceses, algo sangrante en un lugar tan pobre y encima para un uso tan escaso, pues el objetivo de que se convirtiera en un centro de peregrinación para católicos no dio resultado.

El arquitecto, el marfileño de ascendencia libanesa Pierre Fakhoury, tomó el plano de San Pedro como base. Las obras corrieron a cargo de la empresa francesa Dumez, eligiéndose Yamasukro para ubicar el templo porque el presidente quería convertir esa ciudad en su nueva capital y, en efecto, hoy lo es junto con Abiyán, si bien constituye además el centro administrativo gracias a otras infraestructuras erigidas (un templo protestante, una mezquita, un ayuntamiento, un palacio de invitados y un aeropuerto internacional).

Félix Houphouët-Boigny/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Allí se llevaron a cabo los trabajos desde la primera piedra, colocada en 1985, hasta la inauguración por Juan Pablo II en 1990. El pontífice tuvo que afrontar duras críticas por aceptar, ya que aquella obra faraónica fue construida en medio de una crisis económica que azotaba el país; para acudir puso como condición que se levantaran también una universidad y un hospital (que no se hizo hasta un cuarto de siglo después).

Parte del complejo basilical consiste en sendas villas, una para acoger las visitas papales -sólo ha habido la reseñada- y otra para hospedar a los curas que ofician las misas.

También se alojan allí los palotinos polacos, miembros de la Societas Apostolatus Catholici, una sociedad de vida apostólica cuyo nombre deriva de su fundador, el sacerdote romano Vincent Pallotti, dedicada a ayudar a los pobres, enfermos y marginados pero también a administrar instituciones de la Iglesia. La basílica de Costa de Marfil, país donde tienen importante presencia, es una de ellas.

La vidriera de Jesús y los Apóstoles, entre los cuales aparece el presidente Houphouët-Boigny/Imagen: jbdodane en Wikimedia Commons

«En todas las edades y en todos los continentes, los hijos de la Iglesia han dedicado lo mejor de su arte a la construcción de estos signos visibles que ayudan a comprender que Dios vive en medio de su pueblo», leyó Juan Pablo II en su homilía inaugural.

La frase es cuestionable, tanto en lo de «lo mejor de su arte» como en lo demás. Pero es que luego añadió que «por el Jefe de Estado, esta basílica fue construida como un tributo a Nuestra Señora, como un tributo a Cristo Redentor que llama a todos los hombres a reunirse en la unidad de su Cuerpo«.

Y es curioso que si hay un rincón especialmente estrambótico en el templo, uno que sublima el dudoso gusto de ese sitio y que identifica al verdadero destinatario del citado tributo, es la vidriera de Jesús y sus Apóstoles; a uno de éstos se le ha puesto el rostro de Félix Houphouët-Boigny.

Fuentes: Architecture and power in Africa (Nnamdi Elleh)/Basilique Notre-Dame-de-la-Paix: guide, histoire, art, foi (Alexandre Pietrzyk)/Dédicace de la Basilique de Notre-Dame de la Paix (Juan Pablo II)/Wikipedia

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