Arte Cultural

La historia de la Tiara de Saitafernes

El 1 de abril del año 1896 el Museo del Louvre anunció a bombo y platillo la adquisición de una pieza magnífica, una tiara de oro de reciente descubrimiento en la península de Crimea en perfecto estado y cuya antigüedad se remontaba nada menos que a finales del siglo III a.C.

Por consejo de Albert Kaempfen, director de los Museos Nacionales de Francia, el Louvre había pagado por ella la nada despreciable cantidad de 200.000 francos de oro.

Fotografía de la tiara en 1896 / foto dominio público en Wikimedia Commons

La pieza llevaba una inscripción en griego que decía: el consejo y los ciudadanos de Olbia honran al gran e invencible rey Saitafernes.

La tiara, hecha de chapa de oro macizo, era la confirmación de la leyenda de este rey escita, quien hacia finales del siglo III a.C. habría sometido algunas colonias griegas del Ponto Euxino, entre ellas Olbia, y solo habría accedido a abandonar la ciudad tras haber recibido preciosos regalos, entre los que se encontraba la tiara.

Todo había empezado un año antes, en 1895, cuando un periódico vienés se hizo eco de varios hallazgos realizados por campesinos de Crimea.

En febrero del año siguiente se expusieron en la capital austríaca algunas antigüedades rusas procedentes de aquellos hallazgos, entre ellos la tiara.

La tiara en la prensa de la época / foto dominio público en Wikimedia Commons

Tenía unos 18 centímetros de altura y pesaba aproximadamente medio kilo, hecha de oro macizo en forma de cúpula puntiaguda y decorada con escenas de la vida cotidiana de los escitas y la Ilíada, incluyendo la pelea entre Agamenón y Aquiles por Briseida.

Tanto el Museo Británico como el Museo de la Corte Imperial de Viena declinaron su compra, pero el Louvre picó el anzuelo.

Durante varios años la tiara se expuso en el Louvre, que defendía su autenticidad a pesar de que prácticamente desde el principio algunos expertos expresaron sus reticencias.

Lo más extraño de todo era el buen estado de conservación para ser un objeto tan antiguo. De hecho, el prestigioso arqueólogo alemán Adolf Furtwängler, que tuvo ocasión de examinarla, se quedó perplejo por su falta de pátina, además de la mezcla de estilos de los grabados.

Tuvieron que pasar siete años hasta que todo el asunto se aclaró. Un orfebre de la ciudad ucraniana de Odesa (situada a orillas del Mar Negro, cerca del supuesto lugar del descubrimiento) se había enterado de que el Louvre exponía la pieza y se presentó en París en 1903 para deshacer el entuerto.

Otra postal satírica de la época / foto dominio público en Wikimedia Commons

Se llamaba Israel Rouchomovsky y la historia que contó a los responsables del museo les dejó atónitos. Según Rouchomovsky, dos años antes de que el Louvre adquiriese la tiara dos individuos habían acudido a su taller en Odesa.

Le pidieron que la fabricase, con instrucciones precisas sobre su diseño y ejemplos de piezas encontradas en excavaciones recientes de la antigua Grecia, afirmando que se trataba de un regalo para un amigo arqueólogo. Por ella le pagaron 7.000 francos.

Como en el Louvre se negaba a creerle, tuvo que demostrar que era capaz de reproducir exactamente una parte de la tiara, cosa que hizo. Los responsables del museo, avergonzados, tuvieron que retirar la tiara de la exposición pública, y la prensa de la época se cebó en burlas y sornas al respecto.

Rouchomovsky, por el contrario, fue felicitado por su buen hacer. Se instaló en París, donde vivió hasta su muerte en 1934, e incluso recibió una medalla de oro en el Salón de las Artes Decorativas de París.

Foto actual de la tiara / foto dominio público en Wikimedia Commons

La tiara siguió un camino ciertamente sorprendente. Considerada primero una obra de arte, y después una evidente falsificación, acabó por convertirse de nuevo en una obra de arte cuando, en 1997, el Museo de Israel en Jerusalén la pidió prestada para una exposición sobre la obra de Israel Rouchomovsky.

Ante de eso, en 1954, se había vuelto a exhibir, en esa ocasión en el Salón de Falsificaciones del Louvre. Pero la cosa no queda ahí. En 2009 el Museo Superior de Arte de Atlanta la pidió prestada para una exposición sobre el Museo del Louvre.

Hoy en día, el Museo Británico posee y expone una copia de la tiara, al igual que hace el Museo de Arte de Tel Aviv.

Fuentes: Archaeological Institute of America / Bulletin n° 33 de la Société française d’Archéologie classique / Museo Británico / Wikipedia.

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