La solitaria muerte de Balzac

La muerte de Balzac por Eugene Pierre Francois Giraud

La muerte de Balzac por Eugene Pierre Francois Giraud

En 1831 Balzac publica La piel de zapa, la novela que lo consagró como escritor de éxito dentro y fuera de Francia. El libro, que recorrió toda Europa, no tardó en caer en manos de la condesa Ewelina Hańska, que residía en Wierchownia, Ucrania, junto a su marido, el barón Wacław Hańska.

Y tanto le entusiasmó que Ewelina decidió enviar al escritor una carta llena de admiración firmada bajo el seudónimo de «La extranjera».

Por los términos en los que se expresaba el escrito, Balzac sospechó que su autora debía ser un miembro de la alta sociedad rusa, así que se apresuró a remitirle una afectuosa contestación, dando comienzo a una apasionada correspondencia entre ambos.

De hecho, a la tercera carta Balzac confiesa a la joven que su amor por ella es inquebrantable, a pesar de que nunca la ha visto y no sabe prácticamente nada sobre ella.

La relación se mantuvo por carta hasta que el 25 de septiembre de 1833 se produjo el primer encuentro. El matrimonio Hańska se encontraba pasando unos días en el lago Neuchâtel, en Suiza, y Balzac no perdió la oportunidad de hacerles una visita.

Curiosamente el escritor, que se presentó ante ambos, cayó en gracia a Wacław, que era un hombre de una educación exquisita y estaba encantado ante la idea de codearse con un artista. Con cierta dificultad los amantes epistolares consiguen algo de intimidad durante unas horas y el amor de Balzac quedará más afianzado que nunca.

A lo largo de los siguientes años Balzac viajó por distintos países europeos buscando cualquier oportunidad para coincidir con el matrimonio y así poder intimar con Ewelina.

Y aunque llega un punto en que la relación comienza a enfriarse ‒porque Balzac, por su parte, no había renunciado a tener otras amantes en París‒, la muerte de Wacław a finales de 1841 revitalizó el amor del escritor ante la posibilidad de poder contraer matrimonio con Ewelina.

Aunque la condesa al principio se muestra recelosa, finalmente acepta la proposición de Balzac y la boda tiene lugar en Ucrania el 14 de marzo de 1850, casi nueve años después de la muerte de Wacław.

Para entonces la salud de Balzac está tan deteriorada que el escritor solo sobrevivirá cinco meses más, falleciendo el 18 de agosto en la lujosa mansión que el matrimonio tenía en las afueras de París.

Gonzague Saint Bris, biógrafo de Balzac, sintetizó la relación en una sola frase: «dieciocho años de amor, dieciséis años de espera, dos años felices y seis meses de matrimonio».

Sin embargo, la muerte de Balzac fue más solitaria de lo que cabría esperar. El día de su muerte fue visitado por su amigo y admirador Victor Hugo, que más tarde se encargaría de leer un sincero panegírico en su entierro.

Según Hugo, Ewelina se mostró fría e indiferente ante la situación y abandonó pronto la habitación de Balzac con la excusa de se encontraba cansada, dejando que el escritor muriera acompañado solo por su madre.

Pero, por si fuera poco, el escritor Octave Mirbeau añadió todavía más leña al fuego. Mirbeau afirmó que, mientras se encontraba en el taller de Rodin, el pintor Jean Gigoux le hizo una sorprendente confesión de lo ocurrido en la noche del fallecimiento de Balzac.

Ewelina se retiró pronto no por cansancio sino para retozar en la habitación contigua con el propio Gigoux, que era su amante. Mirbeau puso por escrito esta historia en un relato titulado «La muerte de Balzac» y lo introdujo en 1907 dentro de su novela 628-E8, a pesar de no venir a cuento.

En última instancia, con el libro ya impreso, Mirbeau decidió retirar el escabroso relato a petición de la hija de Ewelina porque se habían interpuesto varias demandas por difamación y, al fin y al cabo, el autor del polémico libro no tenía pruebas que demostraran su acusación.

Por último, hay que decir que aunque Balzac muriera relativamente solo, a su funeral acudió una buena parte de París, así como grandes personalidades y mandatarios, y casi todos los escritores y artistas más importantes de su época ‒aunque, eso sí, ni punto de comparación con el entierro de Victor Hugo‒.

Ver fuente

Related Post