Un paseo de invierno por el Jardín Botánico

By Arte Cultural Sep17,2018

 

Un microedén

En su libro, Jardinosofía, (Turner) Santiago Beruete define la necesidad del ser humano de convertir un pequeño trozo de tierra en un microedén: «Es nuestra necesidad de paz, serenidad y equilibrio, sometidos como estamos a la permanente contradicción entre nuestro destino mortal y nuestra vocación de permanencia».

Hay una corriente subterránea que une la felicidad con el jardín desde el comienzo de la civilización. Hace unos 5.500 años surgieron en los valles del Tigris y el Éufrates las primeras ciudades. Paralelamente al proceso de sedentarización nacieron el estado, la escritura y también los jardines. El proceso tuvo lugar de manera independiente en seis zonas distintas del planeta: Mesopotamia, el valle del Nilo, del Indo, el del río Amarillo y la zona andina del Perú, con una diferencia a veces de cientos de miles de años. Herodoto atribuye el origen de la geometría en Egipto a la necesidad periódica de recuperar las lindes de los campos tras cada crecida del Nilo. Podría decirse que el jardín hizo su aparición en el Creciente Fértil de las tierras de aluvión de los grandes ríos creadores de las civilizaciones.

Fealdad y atraso

Posteriormente, el valor de las especies condujo a la fundación de jardines botánicos en las regiones tropicales, mientras que la instauración de los jardines botánicos en Europa debería atribuirse a la necesidad de medicinas extraídas de las plantas. El primer jardín botánico del mundo occidental fue, probablemente el de Salerno en el siglo XIV. En España seguimos celebrando aún el tercer aniversario de Carlos III (1716-1788), monarca fundador del madrileño Jardín Botánico.

Carlos III llegaba a Madrid el 19 de diciembre de 1759 en medio de una comitiva de colaboradores. Entre los que estaba el arquitecto Francesco Sabatini, operarios de la fábrica de porcelana de Capodimonte, a los que pronto se unirían pintores: Mengs,Tiepolo… El rey quedó atónito ante la fealdad, suciedad y atraso de Madrid. Con los años, empedraría sus calles, ordenaría una red de alcantarillado, la recogida de desperdicios en carromatos mientras ponía en marcha la iluminación de la ciudad.

La arquitectura fue la asignatura privilegiada del rey. Una de las obras en las que concentró mayor entusiasmo fue el proyecto del Salón del Prado. Desde que un incendio, en 1734, destruyera el Alcázar, Felipe V e Isabel de Farnesio se habían trasladado al palacio del Buen Retiro. La aristocracia buscó entonces solares en el paseo del Prado para construir sus palacios frente al Buen Retiro, al tiempo que terminaban las obras del Palacio Real y del Hospital General (hoy Museo Reina Sofía).

 

 

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