Cuando la obesidad se convirtió en algo digno de exponerse

Con sus más de 300 kilos, Daniel Lambert ostentó durante principios del siglo XIX el título de ser el hombre más obeso de toda Inglaterra y, que se sepa, es el primero que en algún momento se ganara la vida exhibiendo su peso.

Nacido el 13 de marzo de 1770 en Leicester, Lambert creció mucho más que los otros niños. Su peso aumentó constantemente a medida que crecía. A los 23 años llegó a pesar más de 200 kilos. Antes de dedicarse a mostrar su peso, ocupó un puesto como guardián en la prisión del pueblo.

Allí estuvo hasta 1805, año en que se cerró la institución y Lambert se quedó con un sueldo mensual de 50 libras. En ese momento había crecido mucho, tanto como su reputación. Muchos eran los buscadores de curiosidades que lo buscaban para ver algo extraordinario.

En abril de 1806, después de que su economía tocara fondo, Lambert decidió explotar la curiosidad de los extraños y comenzó a cobrar dinero por recibirlos. Para aumentar sus ingresos se mudó donde más gente pudiera encontrarlo: Londres.

Se instaló en Piccadilly e hizo construir un vehículo especial para pasearse por la ciudad. Aquellos que le conocían no solo quedaban impresionados por su tamaño sino también por su conversación, inteligencia y personalidad. Al final, visitar a Lambert se convirtió en una moda en el Londres de la época.

Por supuesto, no todos lo trataban con amabilidad. En The Book of Wonderful Characters, de 1869, de Henry Wilson y James Caulfield explican la anécdota de un visitante que, con bastantes malos modos, le preguntó cuánto le costaba un abrigo, pensando que pagar un chelín por verle le daba derecho a exigir esa información, teniendo en cuenta que ese dinero ayudaría a comprar el abrigo. Lambert, después de guardar silencio un rato y ante la insistencia de su interlocutor, le contestó que si supiera qué parte del abrigo costearía ese chelín que lo recortaría.

En pocos meses, Lambert había reunido el suficiente dinero como para decidir dejar de exhibirse públicamente y se dedicó a dos de sus antiguas pasiones: los perros deportivos y los gallos de pelea. Sin embargo, no renunció a seguir ganando dinero con su obesidad y visitó numerosos pueblos en los que seguía mostrándose ante los curiosos.

Su gira terminó en Stamford, en Lincolnshire, donde falleció repentinamente el 21 de junio de 1809, sin que se sepa las causas de la muerte. Lo que sí se sabe es que su ataúd tuvo que ser hecho a medida e incluía ruedas para transportarlo hasta la tumba.

A pesar de su muerte, la obesidad de Lambert continuó siendo motivo de exhibición ante los curiosos. Se hizo una figura de cera a tamaño natural que en 1813 fue enviada a Estados Unidos, concretamente al Museo Americano de P.T. Barnum.

Desgraciadamente, se derritió en un incendio que tuvo lugar en 1865. La ciudad de Leicester, sin embargo, guarda en su memoria a tan extravagante personaje y en 2009 celebró el 200 aniversario de su muerte, en el que un periódico local lo describió como uno de los iconos más preciados de la ciudad.

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