El retrato erótico medieval – La piedra de Sísifo

By Arte Cultural Sep17,2018

El pensamiento platónico nos dice que el hombre sabio, cuya alma quiere llegar al mundo de las ideas, debe alejarse de lo corpóreo, esto es, de las bajas pasiones, deseos, sentimientos, y todo aquello que lo relacione con lo terrenal. Aquí la dualidad del hombre se hace presente como un ser racional y un ser animal. La necesidad de reproducción y de existencia ha estado presente desde la creación del hombre, aunque el hecho mismo del coito se convirtió en un ritual, podría decirse que para satisfacer el deseo es necesario seguir una serie de pasos. Lo anterior va más allá de los conceptos posmodernos: sexo o hacer el amor, hoy día la acción misma del coito requiere un goce mutuo, es decir, la pareja o la multitud debe complacer al otro o a los otros.

Durante la Edad Media, la poesía se encargó de describir los retratos ideales de belleza, particularmente femenina; lo primero que se describía en los textos, la mayoría de las veces, era en forma descendiente, de la cabeza a los pies. Comenzaban por los cabellos, regularmente dorados o rubios –aunque no siempre era así, el color negro resplandeciente también aparece en algunos poemas–, seguía la frente, los ojos, los dientes, el cuello, los hombros y el pecho blanco, los labios debían tener un color bermejo, más que artificial natural, contrastando con el blanco de la piel. Con ello se construía un ideal de belleza y un retrato erótico de la época.

Ahora que conocemos la descripción estética de la belleza medieval, es necesario definir un concepto clave en este texto: lo erótico. Los diccionarios como el DRAE y el DEM señalan que es un adjetivo relativo a lo sexual, lo cual deja al término en algo muy general y abstracto. Según Georges Bataille:

El erotismo es uno de los aspectos de la vida interior del hombre. En este punto solemos engañarnos, porque continuamente el hombre busca fuera un objeto del deseo. Ahora bien, ese objeto responde a la interioridad del deseo.

Entonces el deseo y el placer se encuentran en el interior, tal vez en el ser, y aunque el ser y el alma no sean lo mismo, vienen de un lugar idéntico; es a través del cuerpo –exterior– que pueden sentir y satisfacer las necesidades internas. Tal como lo mencioné antes, existe un hombre racional y un animal, pero en medio de esos dos existe el hombre complaciente y gozoso que espera el momento adecuado para salir, es un hombre erotizado, digo lo anterior porque el individuo entra en un estado cuyo racionamiento y animalidad quedan fuera, se pierde en sí mismo y con el otro a la vez.

Hasta el momento he hablado del hombre de manera indeterminada, entendiendo por hombre lo humano –hombre/mujer–, pero es indispensable resaltar a la mujer y a la manera en que era vista en el Medievo. Existía una dicotomía entre la mujer lujuriosa –sujeto y objeto de pecado– y la mujer casta –símbolo de virtud e instrumento de salvación–. Durante la Edad Media vivían en un estado de enclaustramiento, lo cual hace pensar que quizá esa imposibilidad de estar cerca o de mirar a una mujer en su intimidad era motivo de inspiración para la lírica, ya que de alguna manera tenían que complacer los deseos, en este caso, por medio de imágenes retóricas. Es probable que las descripciones comenzaran desde la cabeza, debido a que ésta parte del cuerpo estaba descubierta y a la altura del otro.

Tal como menciona Coomaraswamy:

La vista y el oído son los sentidos que se relacionan principalmente con la belleza, pues están al servicio de la razón […]

Mientras que el tacto, el gusto y el olfato se relacionan con el acto sexual erótico; la belleza no está peleada con lo erótico, sin embargo, no pretende acompañarla siempre. A la belleza le corresponde la bondad, además debe ser: equilibrada, proporcionada, armónica y perfecta –proporción, integridad, claritas–.

El retrato erótico medieval conformado por ojos, cabello y labios, funciona según su intención, es decir, algunas veces los elementos pueden aparecer fragmentados, individuales o como un todo. Ejemplos:

Fragmentado

[…] Digno par de oro su cabellera, no replegada al maestro

lazo, en el descenso más liberal yace;

echada sobre sus hombros, su resplandor permite extender ordenadamente su belleza

[…] La Vía Láctea cruza entre sus negras cejas y las bóvedas

divididas prohíben excederse a los cabellos.

A las estrellas sobrepujan en esplendor sus ojos y los ministros de Venus

aconsejan granjearse su favor con recato […]

[…] El adorno de su rosada boca demanda los besos, con risa

mesurada por ley sus finos labiecillos se inflaman;

no sobresalen colgantes, con medida hinchazón

los finos labios se encienden por la miel de Venus […]

Matheo de Vendôme, Poética siglo XII, vv 7-9, 13-16, 24-26.

 

Individual

A sombra de mis cabellos

se durmió.

¿Si le recordaré yo? […]

Provencio, Pedro, Romance de la bella en misa o misa del amor, vv 1-3

Un todo

En cuanto a la nobleza y a la belleza de las mujeres, se trata que tengan cuatro cosas muy negras: el pelo, las cejas, las pestañas y los ojos; cuatro cosas muy coloradas: las mejillas, la lengua, las encías y los labios; cuatro muy blancas: el rostro, los dientes, el blanco de los ojos y las piernas; cuatro muy estrechas: los orificios de la nariz y los oídos, la boca, los pechos y los pies; cuatro muy delgadas: las cejas, la nariz, los labios y las costillas; cuatro muy grandes: la frente, los ojos, los pechos y las nalgas; cuatro muy redondas: la cabeza, el cuello, los brazos y las piernas; y cuatro muy perfumadas: la boca, la nariz, las axilas y el coño […]

A la mujer que el deseo y el orgasmo le tardan en llegar, que el hombre le haga cinco cosas: besarla, sobarla, pellizcarla, estrecharla y herirla con las manos […] Debe besarla en la boca, las mejillas, los pechos, las piernas y el vientre […] La pellizcará en las mejillas, las orejas, los labios y debajo del cuello […]

Speculum al joder: Tratado de recetas y consejos sobre el coito.

Pero, ¿dónde está lo erótico en la lírica medieval? Si bien es necesaria la descripción para formar las imágenes retóricas, existen otras figuras que ayudan y son indispensables: la metáfora, la alegoría, la comparación, el símil y la sinécdoque; al retrato erótico le interesa el cómo –metáfora–, para explicar se apoya de otros elementos con los que se pueda comparar –alegoría, comparación y símil–, y finalmente, la descripción puede variar y aparecer fragmentada, individual o como un todo –sinécdoque–. Asimismo, los verbos y adjetivos son importantes para su construcción, sin ellos no sería posible representar la acción que existe en el erotismo.

Finalmente, los ojos, el cabello y los labios dentro del retrato erótico, contribuyen al goce y placer, que podía o no concebirse bajo estándares católicos dentro del matrimonio, aunque la mayoría de las veces la lírica se encargaba de describir los encuentros furtivos y breves de conocidos o desconocidos. En conclusión, los ojos, el cabello y los labios funcionan como motivo, no esencial, pero sí determinante para la construcción del retrato erótico medieval, pues a partir de esos elementos se pueden explotar mil y un imágenes sensuales cuyo propósito será la incitación o invitación a las demás partes del cuerpo.

Referencias

Bataille, Georges, El erotismo, ed. TiagOff, Scann Spartakku, versión electrónica: http://www.pensamientopenal.com.ar/system/ files/2014/12/doctrina31464.pdf, 20p.

Coomaraswamy, Ananda K., Teoría Medieval de la Belleza, trad. Esteve Sierra, 2ª ed., Medievalia, España, 2001.

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