La Rueda de Libros: un invento del Renacimiento para hacer más cómoda la lectura

Grabado que muestra el invento de Agostino Ramelli.

Aunque para los nostálgicos de la imprenta el libro digital tenga más inconvenientes que ventajas, lo cierto es que la posibilidad de almacenar una cantidad ingente de libros en un espacio ínfimo, sin apenas peso, ha mejorado enormemente la experiencia de lectura, al menos en lo que a transporte se refiere.

Lo que hoy en día se puede hacer con un pequeño dispositivo que cabe en el bolsillo, siglos atrás había que ingeniárselas para conseguir una experiencia mínimamente parecida.

Ahí tenemos, por ejemplo, el intento de Napoleón Bonaparte de diseñar su propia versión de libro digital en analógico.

Otro de esos ingeniosos inventos que aprovecha la técnica del momento para mejorar la lectura es la Rueda de Libros.

En 1588 el ingeniero Agostino Ramelli vislumbró una máquina que empleando la lógica de otros tipos de artefactos similares ‒la rueda de los molinos, por ejemplo‒ permitían rotar más de una docena de libros ante un lector fijo, como si se tratara de un reloj.

El diseño utilizaba un sistema que en ese momento solo se usaba en relojes astronómicos y que permitía que los cajones permanecieran en el mismo ángulo sin importar la posición de la rueda.

De esta forma, el lector, sentado ante la máquina, podía girar la rueda con las manos o con el pie, hacia delante o hacia atrás, o hasta completar un giro entero. Esta invención giratoria permitía que los lectores del siglo XVI leyeran libros muy voluminosos con mayor facilidad.

Pieza construida alrededor de 1650 y conservada en Leiden.

En 1588 Ramelli describió el aparato de esta manera: «Esta es una máquina bella e ingeniosa, muy útil y conveniente para cualquier persona que se deleita en el estudio, especialmente aquellos que están indispuestos y atormentados por la gota.

Porque con esta máquina un hombre puede ver y abrir una gran cantidad de libros sin moverse de un lugar. Además, tiene otra buena ventaja, y es que ocupa muy poco espacio en el lugar donde se encuentra, como cualquier persona inteligente puede ver claramente en el dibujo.»

Inventores de toda Europa crearon sus propias versiones de la Rueda de Libro durante los siglos XVII y XVIII. De todas esas muestras se conservan catorce ejemplos en la actualidad.

Incluso existen versiones modernas, como la que el arquitecto Daniel Libeskind construyó basándose en el diseño de Ramelli y que expuso en la Bienal de Venecia de 1986 ‒por desgracia se quemó en una exhibición en el Palais Wilson, en Ginebra, víctima de un atentado‒.

 

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